Acabo de leer el libro “La Ética del Hacker” y me dejó pensando en algunas cosas, sobre esta construcción que llamamos Hackatory.

Le pusimos Hackatory por la idea de Hacker y la idea de laboratorio, pero la verdad que ninguno de nosotros tiene muy claro que es y que caracteriza ni lo uno ni lo otro. Todos tenemos una intuición de “de que va” un hacker, pero nuestras definiciones no son ni completas, ni coherentes, ni explícitas, lo que hace que no sean tan útiles.

Por eso el libro, que plantea la cuestión del hackerismo como una ética, como una cuestión coherente que, si bien no es compartida por todos los hackers, si forma una concepción coherente, me parece interesante para pensar.

Ciertamente nosotros no formamos un grupo coherente, no tenemos todos las mismas ideas sobre muchas cosas, pero si tenemos acuerdos importantes, ideas compartidas que nos mantienen juntos. Entre ellas las tres cuestiones que escribimos en el blog, la idea de que programar es una cuestión social y que preferimos juntarnos a estar aislados, la cuestión de que estar juntos no quiere decir hacer reuniones inútiles todos los días y por último la importancia de decidir nosotros para que no haya necesidad de otros que decidan por nosotros.

El libro se plantea mostrar las diferencias discursivas y prácticas entre la “ética protestante” que modela la forma de pensamiento actual y las actividades en el mundo en que vivimos con las actitudes de los hackers. Para eso es importante entender que la llamada “ética protestante” no es una cuestión de los religiosos cristianos, sino un conjunto de ideas que todos tenemos muy internalizadas.

Si me viera forzado a resumirles esta ética, tendría que decirles que: “lo más importante es el trabajo”, “el tiempo es dinero”, “hay que trabajar para obtener plata” y que “aumentar nuestra productividad es muy importante”. Por último, falta aclarar que “lo más importante es ahora” y que “hay que centrarse en metas claras para progresar”.

Si esas ideas no les sonaron descabelladas y atroces, es simplemente porque son las ideas centrales de nuestra forma de organización actual y del capitalismo como sistema económico y social. Pero, por cierto, son descabelladas.

El chiste es que los hackers desafían constantemente estos preceptos, juegan en el trabajo, dejan el dinero de lado y se dedican a cuestiones improductivas constantemente. Además, el movimiento del “software libre” se dedica a solucionar un problema futuro, a pensar en el usuario y en la libertad, problemas que escapan completamente a la “etica protestante”. Los hackers plantean con sus acciones una ética distinta sobre el trabajo, centrado en la creatividad en vez de la obediencia, el trabajo se orienta al reconocimiento, no a la plata y objetivo de Internet es promover la libertad de expresión y la privacidad en vez de la inmediatez.

El libro me dejo pensando varias cuestiones, entre ellas, como algunos de estos puntos coinciden con aquellas ideas que nos unen. Preferimos juntarnos a trabajar aislados, más allá de que trabajar solos es más “productivo” a primera vista, trabajar juntos nos permite ser más creativos, y nos permite obtener “reconocimiento”. Las reuniones rituales nos parecen trabajo inutil, un trabajo que la etica protestante acepta (“es el trabajo y hay que hacerlo”), pero la etica hacker aborrece. Por último, buscamos una libertad de decir, opinar y crear, manejar nuestros tiempos, sin que nos estén mirando por arriba del hombro, cuestión que nos hace sentir más como Neo, cuando se queda a la noche, dónde nadie lo controla, buscando una respuesta.